martes, 1 de marzo de 2016

Con María Adánez y Roberto Enríquez



Para redondear la velada teatral, como llevaba la foto de cuando Fausto, pedí al personal del teatro si me dejaban pasar dentro de la puerta de salida de artistas a que me la firmara. Normalmente espero fuera, pero puse como excusa el intenso frío exterior. De esa manera también acortaría el tiempo de espera de Pedro en la furgoneta. Consultaron con un señor de producción y accedió sin problemas, como era de esperar.


Tan pronto como los protagonistas saludaban y recibían los muy merecidos aplausos en escena para despedirse, un señor del teatro me acompañó a la otra puerta. Allí pasé a bambalinas y al momento llegaron Roberto y María me recibieron con besos. Me firmaron el programa con un boli que llevaba yo y nos hicimos fotos los tres; Roberto sugirió que en una de ellas apareciera la mochila, la protagonista inanimada, la detonante del drama. María se marchó a cambiarse y me quedé con Roberto. Está más guapo que la otra vez porque no lleva el pelo tan corto.


Le enseñé las fotos de Madrid y me dijo que se acordaba de nosotras “perfectamente”. Y no, no lo dijo por cumplir: he hablado con otras chicas que llevan una web dedicada a él y conocen su carrera desde el principio y más de cerca, y me han confirmado que tiene muy buena memoria con la gente que le sigue y se recuerda a todas. Es adorable, qué más puedo añadir. Al ir a firmar las fotos con mi boli, dijo que él tenía un rotulador más apropiado y fue a por él. ¡Es que me lo habría comido! (un momento, que limpie el teclado de babas). Se me ocurrió que un operario nos hiciera una foto con mi birria de móvil, con intención de pasarla a mis amigas de WhatsApp, y resulta que es la mejor de todas: le faltan píxeles pero de atractivo va sobrada.

Más besos de despedida, sugeridos por él, y de vuelta a la furgoneta intentando componer la faz para disimular ante Pedro la sonrisa de bobalicona que llevaba puesta.


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